Mi historia del Machupichu


Y las montañas, que llevaban calladas miles de años, nos hablaron este día glorioso. Y nos contaron sus secretos más recónditos.
En la actitud del silencio interior y la escucha, el ser superior se enseñorea de todas nuestras capacidades y se expande, se expande, como las alas del cóndor sagrado que habita en las paredes rocosas del cañón del Colca y nos permite planear,como él, por todo nuestro horizonte vital de este espacio sagrado, Machu Pichu.
Y captamos y comprendemos la magestuosidad de estos paisajes verdes y montañosos.
Lugares repletos de mensajes ancestrales.Paz profunda.
Las montañas, cual tronos contemplativos del supremo Wiracocha-hacedor de todas las cosas- se nos brindan como imponentes sillones orejeros para que nos abramos profundamente de oídos y conectemos con nuestra naturaleza prodigiosa. Cuando logramos esa suma relajación, este es el mensaje que escuchamos: Todo está contenido en el interior de nuestra alma.
Desde los ríos sumergidos de nuestro ser profundo nos llegan los mensajes ancestrales: sabemos de la existencia de la paz de espíritu, en conexión con todo lo creado.
Disfrutamos del vuelo limpio y trasparente de los pájaros por el cielo azul, coloreado, de vez en cuando, por figuras caprichosas de nubes. Estas, por momentos, semejan llamas, en otros puntos del cielo semejan cóndores, otras, parecen lagartos, pumas, chamanes con sus conjuros con ayawasca y más y más formas fugitivas que se trasforman, en raudas fracciones de segundo.
Y esas mismas nubes dibujan y recrean , en las laderas de las montañas y sus quebradas, sombras oscuras que siguen coloreando y diseñando perfiles sugerentes y mágicos para cada retina humana, que actúan como si se abriera cada estuche personal y los lápices intimistas de cada visitante del Machu Pichu. Cada uno de nosotros nos llenamos con nuestras propias proyecciones tocadas de gracia, de don, el don sagrado del remanso interno que se percibe en el Machu Pichu.
Estas proyecciones las podemos interpretar con nuestra mente superior que orienta, cual cartógrafo, nuestros pasos por esta vida terrenal.
Así, yo he escuchado, aquí, en Machu Pichu, magestuoso, el mensaje del eterno retorno: Todo es fluctuante, todo cambia a una velocidad portentosa. Como en el fenómeno producido en situaciones de riesgo de muerte, de inminente pérdida de vida en el cual pasan a velocidades increíbles la sucesión de los acontecimientos más importantes de nuestra vida y nuestra mirada mental capta, en brevísimas fracciones de tiempo, de manera sorprendente, todo el entramado de lo vivido y experimentado.
Pero, a la vez, me susurra el Machu Pichu, todo permanece, todo es cíclico.

“Vivir es ver volver”. (Gracias, Azorín, por tu hermosa frase, contenida y energética.)
La esencia es pura, inmarcesible, sencilla y asequible.
Amar, equilibrar, integrar todas nuestras dualidades, todo es posible. ¡Mágica esperanza!
Gocemos la vida, aclamémosla, disfrutemos de la pangea, rindamos culto a nuestros predecesores y afiancémonos en nuestros proyectos de entrega generosa: compartir, trabajar con gratitud a la Pacha mama, la madre tierra, que todo lo brinda, que nada pide.
Abrámonos a la armonía de entregar nuestras ofrendas con gesto agradecido de paz, serenidad y rendición incondicional a este misterio soberano con el que se congratula al pizpireto colibrí danzando entre las magníficas campanillas guaytas, rojas, anaranjadas y amarillas y con el que nos deleitaba, con su canto sacrosanto, Miguel Ángel, nuestro guía en Pisac, con su antara intimista.
Conjuntemos todo, tras el recogimiento necesario, y ofrendemos todos juntos,( la Humanidad al completo, vibrando en nuestra invocación, con el incienso y las hojas de coca), nuestro salto trascendido a la Nueva dimensión.
En esta nueva dimensión desaparece el temor a la Muerte y todo es energía cósmica, polvo de estrellas que brillan, cual míticas pléyades, en las proximidades de las montañas, las sabias pacha mamas que buscan y alcanzan los ejes y elementos conciliadores: el cerro…………, el Machu Pichu y el Huayna Pichu, Padre, Hijo y Espíritu Santo( la familia espiritual más allá de todos los credos particulares de las diferentes idiosincrasias), en el puente de unión que nos otorga la cosmovisión integradora.

Ana de Hita Martínez.

Viernes, 31 de julio del 2009