Día del Pilar.


Cual primera andadura de un navío, así me viene la imagen del inicio de mi vida. Navío recio, fuerte, grande, hermoso, con alegre mascarón de proa: la diosa del otoño, con su cesta de frutos maduros en la mano y en la cabeza, por decoración, gráciles hojas de otoño y diminutas piñas entretejidas en el velo que cubre la firme cabeza de la dama, blanca de piel, de largos y ondulados cabellos que se extienden al viento.
Confianza en la mirada, dulzura en la sonrisa, convicción en la frente.
Estos rasgos son con los que yo me vislumbro, pero también sé que se los debo a mi madre.
Mi madre ha afrontado y aún afronta, a ratitos, en su cascada vejez, la vida con entereza, con honestidad, con una entrega constante (con sus rendijas egoistillas como todos arrastramos ¡ Natural!)
¡Siento que la debo tanto!
Pero ese deber no me ata, no me ahoga, no me constriñe. Ella nos ha dado a todos su amor, su capacidad de entrega, su entendimiento para orientarnos y dirigirnos por la vida, por los siete mares.
¡Claro que se ha equivocado tantas veces en actuaciones, en actitudes y decisiones! ¡Como cualquiera! Somos humanos y somos imperfectos.

¡Bienvenidos a la nave de la Imperfección con la que tenemos que surcar los mares de la vida!
Ha sido, a mi entender, muy proteccionista y bastante manipuladora; desde su “lúcida” inteligencia ha creído ver más allá respecto a lo que nosotros queríamos hacer o decidir y nos ha hecho sentirnos frustrados, rabiosos, y airados contra ella.
Pero ¡Qué culpa tiene ella si su mente no la permitía intuir, captar, otra forma de actuar y comportarse?
Ahora se lo recuerdo, a veces con impaciencia, pero siempre con Amor profundo, que intente ver a cada instante todas las posibilidades que se nos brindan al entendimiento si nutrimos continuamente el entendimiento con Autoconciencia, con la luz espiritual que habita en todos nosotros.
La ruego con fuerza y, tal vez, cierta rigidez (pido perdón por no saber todavía librarme de esta coraza inflexible) que deje fluir la vida que bulle y bulle a su alrededor, que no intente enmendar siempre -desde su excesiva verborrea- lo que hacen, expresan o sienten los que habitamos a su alrededor, que confíe que la propia vida y el AMOR y La PAZ DIVINA- en su enorme sabiduría- que nos irán modelando, nos irán enseñando, a cada uno a nuestro tiempo.

Tenemos que desarrollar todos, querida mamá, cada uno que coja la rienda, el timón que le corresponda, la confianza en la propia vida y en las experiencias que nos surgen, este es el sentido de nuestra existencia: Aprender con cada paso. Dignificar cada paso, intentar vivirlo como la oportunidad única y maravillosa de irradiar luz hacia el exterior, la luz con la que tenemos que aprender a nutrirnos, la de nuestro interior, la de nuestro Dios de las pequeñas cosas.
Cada gesto, que se guíe por la observación y la aceptación, sin juicio. Cada ser humano- los otros- llegamos con nuestro pre-discurso que perturba o crea disturbios en nuestro propio mundo personal, aunque hayamos hecho todo el esfuerzo por calmarlo, serenarlo y llenarlo de Amor y gratitud. Con estas energías negativas que se captan y reciben, a veces, inesperadamente, desde fuera tenemos que usar la visualización de sentirnos a nosotros mismos trasparentes, que nos traspasen, pero no nos hieran. ¡Ale! A la papelera de reciclaje, sí señor!
Con valentía y seguridad, FUERZA, AIRE, “UNA GALERNA”( como diría mi querido Valle-Inclán) que se lleve los malos humos, los cabreos, las agresividades y el morro retorcido de los otros.
Cada día meditar con: Yo alimento calma, sosiego, respeto, aceptación de todo lo bueno y todo lo malo de la vida, en actitud de búsqueda de la Unidad que nos la da nuestra esencia espiritual.

He empezado surcando los mares sin hablar de la botadura de mi navío, que sé fue un canto a la vida por parte de ti, mamá, como siempre en cada nuevo embarazo tuyo.
Mamá, haces honor a tu nombre: Pilar, robustez, solidez en tus raíces, en tus posicionamientos vitales ¡Y bien que te ha fustigado la vida y te ha puesto a prueba con cada bandazo, con cada huracán tenebroso que no sé cómo han soportado los mástiles, las velas y la estructura global de tu navío!
Has demostrado tener más estrategias y técnicas aprendidas que Russel Crove en Master and Comander .
Sé que tus fuerzas para dirigir el timón y tus planos de combate y resistencia siempre se han sustentado en una vida espiritual que nos has trasmitido sin desfallecimiento hasta ahora, en los pachuchos años de tu vejez, que temblequeas y vacilas bastante ¡Normal! Arrastras mucho, y no escribo “demasiado” porque es lo que te tocaba vivir- no soy quién para enmendar la Vida con mayúscula.
Tu lema, tu alimento esencial siempre es: “ Semper Gaudere”. Tal vez suena un poco temerario, idealista y fantasioso. Pero es una evidencia que a ti te ha funcionado. Ha sido tu bastón, tu alimento místico. ¡Bienvenido! ¡Eureka!

Yo he sentido a través de ti la precariedad que te rodeaba y que tú también sentías. A veces te he vivido abandonada, desangelada, solitaria, triste, incomprendida, perdida, desalentada. Y he cometido el fallo de identificarme con tu vida precaria- en el exterior, en lo económico y superficial, que no en lo espiritual ,donde has sido riquísima, y aún conservas y tiras de ello, de tus ahorrillos divinales-. Y bien se nota.
Ahora ya lo sé y actúo en consecuencia.

Tú, mamá, hiciste magia, transformaste un mundo de miseria y pobreza (sin calefacción, sin apenas dinero para atender las necesidades mínimas de tus hijos, ni las tuyas propias) casi negándolo, no dejando que nos traspasara la mente, actuaste cual escudo protector.
En lo físico sí padecíamos. Obviamente, catarros, sabañones, ir desaliñados… pero nos transferiste la alegría de vivir, la capacidad de sorprendernos cada día con la belleza del mundo, la que no cuesta nada: la luz de un atardecer, el trino de un pájaro, el aroma de las lilas, el sabor de un rico helado de limón…
Y no sólo eso, creo que todos te debemos el espíritu de lucha, la capacidad de decisión y de vivir el sueño pese a todos los obstáculos, la constancia amorosa, la capacidad de perdón que adorna nuestro corazón (mal que nos pese a ratos condenados), la fuerza de voluntad y la capacidad intelectual para colaborar en crear un ambiente, un clima más humano, más propicio a la imaginación, a la fantasía ¿Por qué no?
Siempre y cuando no perdamos de vista la realidad, nuestra realidad, que somos contradictorios, tenemos miedo, a veces baja autoestima, somos vulnerables porque somos sensibles y sabemos que no podemos renunciar a nuestras nobles raíces
( maderas bien bruñidas, lavadas al sol y refulgentes en la noche.) Tenemos dudas, complejos, indecisiones que conviven con nuestras hermosas virtudes. Luz y sombra.
Madre, Pilar, fortaleza, una pila de hijos has sembrado. Todos te queremos como podemos. Perdón por la amargura que inconscientemente destilamos aún.
Me encanta que sigas viva y anhelo que quieras seguir viviendo, para seguir compartiendo con nosotros todo el cariño.
No olvides nunca esa piedra angular de la que habla el evangelio. Piedra de toque ya lo has sido, plena de generosidad y de creatividad, de lucidez hasta en los momentos de “desierto”, de vacío, de pérdida y extravío que todos pasamos en nuestra vida, como tú cuando murió papá.
Muchas dificultades has superado. No lo puedes olvidar. Todo eso es lo positivo que ya llevas construido con cada pilar, cada piedra que cada día aportas al edificio del amor en el Universo.

He empezado mi evocación de la vida, mi andadura, con la imagen del mar, el agua, la feminidad, siempre abierta, receptiva, solícita, plegándose a cada terreno. Esa es la vida que nos acoge, mami.
Y tú eres un bello bajel, hasta en tu decrepitud.
Tus hijos, cual navíos de ceremonia, te acompañamos en los últimos años de tu vida, no por ello menos bellos si sabemos mirar con los ojos del Alma.
Tú ya vas haciendo aguas por muchas partes de tu ser ¡Lógico!, te escoras hacia los lados casi siempre ya, caminas muy lenta, miedosa, trastabillando tus pasos y tus recuerdos del pasado más inmediato; pierdes el norte, el rumbo, te despistas en tu ancianidad.
Tus hijos estamos ahí, intentando que mantengas tu firmeza, tu dignidad, a menudo somos bruscos y olvidamos tratarte con esa dignidad, Amor y deferencia que te corresponde ¡También vamos ya con roturas en ciertas velas, mástiles y la brújula a menudo va muy loca, contagiada por los tiempos sociales que corren, tan estresantes!, pero en ti, madre, siempre late tu centro; tu eje te mantiene con el pulso suficiente en la misión que has venido a realizar a este mundo.
Aparentemente, el océano, y sus aguas procelosas, te van devorando, desgastando, horadando, pero hay que aprender a mirar con nuevas gafas, con nuevas perspectivas, con la intuición de la fe: en realidad, esta experiencia de pérdidas constantes con las que te asustas, abrumada, las puedes sublimar; el poder está en ti, yo lo invoco, además, y pido a mis hermanos que unan su voz a la mía para crear el coro que te bendiga. Es nuestro deber. Y yo lo quiero.
Benditas seas, madre mía, madre nuestra, Pilar. Que la Virgen del Pilar te siga trasmitiendo la fuerza que tú siempre has recibido e inmediatamente has dado, sin frenar el movimiento.
Te regalo esta bellísima piedra encontrada en alguna de mis rutas de senderismo, con incrustaciones en lila (el símbolo de la espiritualidad) tan sencilla, tan natural, para que recuerdes que el fondo del mar es bellísimo: allí yacen restos de navíos, ánforas, cofres… y todo lo sostienen los minerales que nos constituyen.
No nos dejemos vencer por los miedos y que se nos abra el alma a la dicha, a la aceptación de nuestra naturaleza mineral.
Asumamos que siempre somos parte del Océano y la Muerte sólo es una rendición, una confianza en la sabiduría y la paz que otorga abandonarse a las leyes del Universo.


Ana de Hita. Devásena. 12 de octubre del 2006. Alcobendas, 12-14 h.