Cumple mayoría de edad de Albert.


Amansa tu espíritu,
joven lleno de ansiedad.
Aprende a calmar tus nervios.
Siéntete mecido en la tripa de tu madre.
Acalla tus miedos inconscientes.
¡Tienes a tanta gente que te queremos!
Ahora te toca
el ritmo de la vida
frenético.
Pero te deseo que conectes
también ahora
con el ritmo lento.
Disfruta con cada paso
que das.
Poco a poco
habrás andado tu camino,
surcado tu destino.
Respeta profundamente
esta vida que se nos da
a cada momento.
Goza con todo lo que tengas que gozar.
Pero también sabes
que habrá tiempos de dolor, de esfuerzo,
de sacrificio y tesón
para lograr nuestra realización,
lo que anhelamos.
Acepta la caída, los desánimos,
conocedor de antemano
de que todo es pasajero
y lo que queda, es.
NUESTRO EMPEÑO,
NUESTRA LUCHA,
TODO LO QUE, GENUINAMENTE,
ES NUESTRO.
Naciste a la vida, Alberto,
un 9 de enero, en circunstancias muy agitadas
que nos convulsionaron a todos terriblemente.
Nos costó reaccionar
al silencio desconfiado de tu madre, que no sintió a nadie próximo ni cercano, que “tragó” tu nacimiento desde el rechazo de tu progenitor ,pero todo en la vida es por algo. Nada es casual.
A mí me descorazonó hasta la histeria que Julia no me hubiese tomado por confidente de noticia tan impactante.
Pero, afortunadamente, me repuse, me ayudaron a comprenderlo, desde el amor y con amor fui a conocerte al hospital.
Llevé flores a tu madre. Era una nueva vida naciente la que nos esperaba.
Julia necesitaba compañía amorosa, que no la juzgaran, que la apoyaran.
Y con esa intención fui al 1º de octubre, acompañada de mi buena pareja de entonces.
He sufrido mucho, Alberto, con tu dolor de infancia, con tu terrible dolor por el abandono de tu madre.
Ahora asisto, bastantes veces, a tus nervios inconscientes, a tu ansiedad descontrolada manifestada en esas uñas que devoras con fruición.
Algún día, Albert, podrás enfrentarte a ese dolor soterrado que ahora yace, sepultado, en lo más profundo de tu conciencia.
No importa, hay periodos en la vida donde soportamos nuestros condicionamientos, anestesiados.
Yo ahora, Albert, rezo por ti, te apoyo en todo lo que puedo y te trasmito mi fe en la vida, mi aceptación de los misterios insondables; comparto contigo esa rebeldía a veces sorda, a veces desatada que nos zahiere contra nosotros mismos, limitados por una ignorancia atávica.
Tranquilo, cálmate; cuando te lleguen los tiempos de serenidad, sopesarás lo vivido y lo por vivir, desde el mágico ahora.
E irás construyendo con sentido y dignidad tu ser, tu ser profundo y trascendental.
Ahora, en tus 18, en tu prodigiosa mayoría de edad, te tocará enfrentarte con pruebas arduas y difíciles:
¿Hacia dónde tirar?
¿Cuál puede ser mi futuro profesional?
¿En qué sentirme útil y válido conmigo mismo y con la sociedad?
Momentos de mucha responsabilidad.
Madurarás con tus pasos (no les llamemos errores ni equivocaciones, tan solo pasos, PASOS.)
Eres caminante, Alberto, sigue caminando.

¡VIVAN LOS 18!
TODO UN MILAGRO.


Ana. Isabel de Hita Martínez.
9 de enero del 2006.